Foto: Gilberto González García |
Amanece un bello y cálido día de éste
azaroso mes de septiembre de 2017; ella, cual desenfadada jovencita,
abre sus grandes y hermosos ojos de Gitana Tropical, toma como objeto
mágico el espejo de agua de la bahía y se dispone a maquillarse bajo la
luz del Sol para que nadie pueda imaginar que en breve será cinco veces
centenaria.
Con gesto femenil ciñe aún más a su cintura el vetusto malecón, al tiempo que se coloca sobre el cabello dorado, a manera de pañuelo un trozo de cielo azul.
Se viste de largo con un traje tricolor –rojo, azul y blanco– mientras que por sus venas fluye la alegría, el entusiasmo, la laboriosidad y el optimismo que caracteriza a sus hijos naturales y adoptivos.
Cuando le viene a la mente el recuerdo del mar y el viento, rugientes y enfurecidos, frunce el ceño como si sintiera algún íntimo dolor, pero de inmediato sonríe satisfecha, pues en estos instantes el aire le acaricia sensualmente el rostro mientras que el astro rey, al parecer celoso, la ilumina con especial brillo.
El más claro motivo de su sonrisa constante es que quienes le dan vida y amor cada día en estas jornadas trabajan de sol a sol para devolverle todo su esplendor en el menor tiempo posible.
Ella, en tanto, siente que renace rejuvenecida. En su memoria anterior a la furia del mar y del viento atesora la fiesta carnavalesca colmada de colorido, talento, niñez, juventud y alegrías multiplicadas.
Ahora va recobrando el color canela de su piel, el rosado de sus mejillas, el brillo de sus ojos verde azules y lo rizado de su abundante cabellera que a la usanza de estos nuevos tiempos está matizada con iluminaciones de diversos colores.
Foto: Gilberto González García |
Foto: Gilberto González García |
La dulce, sensible y enamorada Habana, reconocida como Maravilla del Mundo Moderno, crece erguida cual emblemática giraldilla que mira desafiante y cautelosa a la vez hacia el inmenso mar, pacífico y rendido a sus pies, en este día típico de verano.
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