viernes, 27 de julio de 2018

El primer poema conocido que se le dedicara a La Habana

Foto tomada de Internet.
Autora: María de los Ángeles Polo

La vieja villa de San Cristóbal de La Habana ha sido privilegiada a lo largo del tiempo por poetas y cantores.

Hoy quiero compartir con ustedes el primer poema conocido entre tantos dedicados a esta ciudad que se apresta desde ya a celebrar su cumpleaños 500.


Su autor es José Martín Félix de Arrate y Acosta, un habanero de nacimiento que vivió en el siglo XVIII, entre los años 1701 y 1765, quien está considerado también como el primer historiador cubano, así lo atestiguan científicos de la talla de Felipe Poey y Francisco Calcagno Monti.

Félix de Arrate y Acosta fue un político al servicio de España que además de poeta se desempeñó como Regidor perpetuo del Ayuntamiento de La Habana desde 1734 y alcalde ordinario de la misma ciudad a partir de 1752.

Además, fue el autor del primer texto conocido sobre la historia de Cuba, titulado Llave del Nuevo Mundo. Antemural de las Indias Occidentales, libro que no es una historia o narración de hechos y hazañas, sino el cuadro completo de la sociedad cubana del siglo XVIII y abarca cinco aspectos fundamentales de la vida colonial.

Son ellos, la descripción geográfica y natural, reseña económica, explicación de las funciones de las autoridades y magistraturas, cronología civil y eclesiástica, así como una crónica cultural.


El también poeta, periodista y ensayista cubano Ángel Augier publicó un libro que bajo el título de Poesía de la Ciudad de la Habana, recoge una selección de textos poéticos que entre los siglos XVIII y XX fueron dedicados a la urbe y allí nos encontramos con este de referencia.

Aquí suelto la pluma ¡oh patria amada
noble Habana, ciudad esclarecida! pues si harto bien volaba presumida, ya es justo se retire avergonzada. Si a delinearte, patria venerada, se alentó de mi pulso mal regida, poco hace en retirarse ya corrida, cuando es tanto dejarte mal copiada. Más si aun así ha logrado desairarte, pues si tanto hijo tuyo sabio y fuerte en las palestras de Minerva y Marte te acreditan y exaltan, bien se advierte que donde han sido tantos a ilustrarte, no he de bastar yo solo a oscurecerte.

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