Montaje: Yelemny Estopiñán Rivero |
Autora: Caridad Labrada Curbelo
Allí, en cualquier espacio de cara al mar, donde los atardeceres se visten de nuevos colores mientras la vista se pierde en lontananza, puede sentirse el especial influjo de la brisa que aviva el eterno atractivo de La Habana.
Quizás de ahí surgió el interés fundacional por la otrora Villa de San Cristóbal, la también llamada Llave del Nuevo Mundo y Ciudad de las Columnas, siempre reconocida como la más grande metrópoli, distinguida por su bahía de bolsa y puerto seguro del Caribe, con un pasado histórico que se hace efectivo, a partir del renovado esfuerzo por preservar sus valores patrimoniales.
Entre tantas investigaciones e hipótesis sobre el ancestral origen indígena de La Habana, cuentan que ese nombre se deriva de Habaguanex -un cacique taíno que controlaba el primer asentamiento poblacional en la isla- luego devenida en la sexta villa de la Corona Española cuando el conquistador Diego Velázquez de Cuéllar la fundó el 16 de noviembre de 1519.
Al atravesar las calles angostas, las plazas adoquinadas y el añejo núcleo de 143 hectáreas dentro del territorio amurallado original, sobresalen las monumentales construcciones hasta hoy muestra de la arquitectura hispana en América del tipo militar, religiosa y civil, como centro histórico de la capital cubana, declarado en 1982 Patrimonio Histórico de la Humanidad.
Caminar por la intranquila urbe de casi 500 años de existencia añade nuevas evidencias de la obra de cuatro siglos de dominación colonial, junto a la Cuba republicana y al sostenido interés del ulterior gobierno revolucionario, después del triunfo de 1959, por restaurar los vestigios del pasado, paralelo al mover transformador actual en pos de una sociedad más próspera y sustentable.
En la búsqueda del desarrollo armónico y la biodiversidad, la ecléctica urbe despierta a cada amanecer con nuevos bríos, confirmados a través de los pregones populares, el presuroso andar de la población que se mueve a sus tareas cotidianas, el bullicio de los niños y jóvenes que sonríen al futuro, mientras se preparan conforme a los avances científico-técnicos del nuevo milenio, como una oleada de pasión por la vida.
La Habana actual y los pobladores de sus 15 municipios territoriales, enfrenta el reto de asumir un cambio de mentalidad en pos de acciones cotidianas que le permitan añadir más salud a sus años de existencia, bajo el signo que siempre la ha distinguido en su cubanía.
Se trata, entonces, de conservar la espiritualidad como reflejo físico de los valores y tradiciones admirados por la familia universal, añadido de soberanía e independencia en la preservación de las conquistas sociales validadas hasta hoy, para ser fiel a La Habana de ayer con presente perdurable.
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